Nivel B1
El mito de Orfeo y Eurídice
El encuentro
Existió una época en que dioses y semidioses poblaban la tierra. Muchos de estos dioses, pasaban en los bosques gran parte de su tiempo. Allí se desarrollaron los mitos mas importantes.
Por entonces vivía en Grecia un joven llamado Orfeo, cuyo don era el de la música y la poesía. Entonaba hermosísimos cantos acompañado por su lira. Su música era tan hermosa que, cuando sonaba, producía efecto extraño,nadie podía sustraerse del mágico hechizo.Los árboles giraban sus copas, las fieras del bosque se acercaban dóciles y, las aguas de los ríos mas torrentosos desviaban su cauce para poder escuchar aquellos sones maravillosos.
Un día en que Orfeo se encontraba en el corazón del bosque tañendo su lira, descubrió entre las ramas de un lejano arbusto a una joven ninfa que, medio oculta, lo escuchaba embelesada. Orfeo dejó a un lado su lira y se acercó a contemplar a aquel ser cuya hermosura y discreción no eran igualadas por ningún otro.
– Hermosa ninfa de los bosques –dijo Orfeo-, si mi música es de tu agrado, abandona tu escondite y acércate a escuchar lo que mi humilde lira tiene que decirte.
Dudando, la joven ninfa, llamada Eurídice, se acercó a Orfeo y se sentó cerca de él. Entonces éste, cantó para ella, las más bellas canciones de amor que salieran de su corazón. Poco tiempo después se celebró a boda entre Orfeo y Eurídice.
El accidente
La joven pareja muy enamorados vivían felices lejos de las desgracias…Un día, Eurídice que paseaba por un prado, se encontró con Aristeo quien al verla, quedó perdidamente enamorado Ella lo rechazó de todas las formas posibles. Fue entonces cuando comenzó a perseguirla para hacerla suya. Eurídice corrió por los pequeños senderos montañosos llamando a su marido y escapando velozmente. En la huida, se lastimaba el rostro y los brazos con las ramas y los pies con las piedras, cuando sin darse cuenta pisó una serpiente que la picó inyectándole su veneno. Al mismo tiempo Orfeo preocupado por la demora de su esposa envía unos ayudantes para buscarla. Estos regresan con la desoladora noticia de la muerte de Eurídice.
Sin consuelo Orfeo pasa de ser el hombre mas afortunado, al hombre mas entristecido.Su música inspirada por los mas dolorosos sentimientos provocaba en quien la escuchaba desazón y desconsuelo.
Orfeo frente al tribunal de Hades
La oportunidad
Orfeo decidido a recuperar a su mujer y llevando como única arma su lira, inició el camino hacia el mundo de los muertos.Ningún ser vivo había podido ni querido entrar jamás. El sendero era largo y lleno de dificultades.
Una vez en el borde de la laguna estígia, donde se separan el reino de la luz y el de la oscuridad, se sentó a descansar.Entonó entonces un canto tan profundamente triste y melodioso que hizo que Carón, el barquero que traslada a las almas de un mundo al otro, aceptara llevarlo al reino de las tinieblas.Orfeo, sin temor atravesó la laguna Estigia y una vez llegado,se encontró con Cancebrero el perro de tres cabezas.
¿Quién sois? –preguntó Orfeo.
-Yo soy el guardián del infierno –dijo el Cancerbero.
-¿Me dejarías entrar? –preguntó.
-No.
-Necesito rescatar a mi esposa -dijo
-¿Quién es ella? -preguntó Cancerbero.
-Eurídice –respondió Orfeo. -¿Me dejarías sacarla?
-No, nadie que esté vivo, puede entrar aquí –respondió.
Pero otra vez su canto y su música le abrieron las puertas que siempre están cerradas a los vivos.El canto tranquilizó al perro de tres cabezas y así pudo seguir su camino.Allí deambuló perdido un tiempo hasta que Perséfore lo escucha cantar y se acerca para preguntarle a quién estaban dirigidas todas esas bellas canciones.Orfeo le cantó su amor por Eurídice y logra convencer a Perséfone y a Hades,rey del más allá, de que le permitan llevarse a Eurídice.
– Joven Orfeo –dijo Hades-, hasta aquí habían llegado noticias de la excelencia de tu música; pero nunca hasta tu llegada se habían escuchado en este lugar sones tan turbadores como los que se desprenden de tu lira. Por eso, te concedo el don que solicitas, aunque con una condición.
Las divinidades subterráneas aceptan que se la lleve, pero Orfeo debe prometer que no intentará ver a su esposa hasta que la haya llevado hasta la luz del sol.
– Pues bien –continuó Plutón-, tu adorada Eurídice seguirá tus pasos hasta que hayáis abandonado el reino de las tinieblas. Sólo entonces podrás mirarla. Si intentas verla antes de atravesar la laguna Estigia, la perderás para siempre.
Entonces, según lo convenido, Eurídice seguía a Orfeo en el camino hacia la luz, y en el momento en que estaban a punto de abandonar las oscuras profundidades, Orfeo tuvo dudas.
Así, empezó a pensar en la posibilidad de que Perséfone lo hubiera engañado y que Eurídice no viniera tras él, por lo que no pudo soportar la tentación y se volvió para mirarla.Cuando esto ocurrió, Eurídice fue arrastrada por una fuerza irresistible otra vez hacia el Hades. Orfeo, desesperado, intenta ir de nuevo a rescatar a su amada, pero esta vez Caronte no se lo permite.
Orfeo lloró y suplicó perdón a los dioses por su falta de confianza, pero sólo el silencio respondió a sus súplicas. Y, según cuentan las leyendas, Orfeo, triste y lleno de dolor, se retiró a un monte donde pasó el resto de su vida sin más compañía que su lira y las fieras que se acercaban a escuchar los melancólicos cantos compuestos en recuerdo de su amada.
La muerte de Orfeo
Zeus decidió admitir en el Olimpo a su hijo Dionisio
porque había inventado el vino. En cambio Orfeo no quiso aceptar
al nuevo dios porque no le gustaba su forma de comportarse.
Dioniso enfadado envió a las Ménades a castigar a Orfeo
que le cortaron la cabeza y partieron su cuerpo en pedacitos.
Las musas recogieron los trozos del cuerpo de Orfeo
y los enterraron al pié del monte Olimpo donde se dice
que los ruiseñores cantan con más dulzura que en ningún
otro lugar. Apolo llevó la lira de Orfeo al cielo y formó la
constelación que desde entonces lleva el nombre de
la Lira.Orfeo fue al Hades y en los Campos Elíseos (el cielo)
encontró a Eurídice de la que no ha vuelto a separarse
nunca más
Cuadro Orfeo en el infierno de Jacquenson de la Chevreuse.
Foto y adaptación del texto: Andrea Gavio
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